
EXPEDICIÓN PATAGONIA 2015

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Han pasado algunos meses desde que volvimos de la Patagonia. Un viaje que nos dejó grandes enseñanzas y experiencias únicas. Esta aventura nace de la idea de viajar a lo desconocido, de cumplir un sueño que teníamos desde hace muchos años cuando descubrimos la escalada y nos enamoramos de las paredes grandes, de la montaña y nos propusimos vencer cualquier dificultad en este deporte.
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Días antes de emprender el viaje, Andrea y yo (Pepo) nos preguntábamos qué nos deparará esta gran travesía. Pese a que muchas cordadas han viajado anteriormente a este místico lugar, aún nos suscitaban inquietudes y miedos. Habíamos recopilado bastante información sobre este lugar y los preparativos estaban casi listos. El 4 de enero volamos desde Quito hacia Buenos Aires, tres días después viajamos hacia el Calafate. Nos instalamos en el hostel del Lago, en Chaltén, el cual se convirtió en nuestro hogar por los meses siguientes. Hacía mal tiempo, los últimos nueve días había nevado, pero fuimos a los alrededores del Chaltén a conocer las vías para escalar y así empezar a adaptarnos hasta esperar la ventana de buen tiempo.
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Tras una semana en el pueblo, tuvimos nuestra primera ventana. Estábamos muy emocionados y salimos en busca de cumplir los objetivos de esta aventura. El primero fue la Aguja de la “S” por la ruta Roi Fisher, 650 metros con una dificultad 6 a+. Nuestro itinerario fue el siguiente: caminamos siete horas hasta una cueva donde pasamos la noche, al día siguiente nos acercamos al primer macizo. A las 4:00 nos levantamos e intentamos avanzar, pero teníamos nieve hasta las rodillas. Tuvimos que cambiar el itinerario, descender y esperar al día siguiente a que se compacte la nieve para avanzar con mayor rapidez.
Haber descendido fue una buena decisión, al día siguiente salimos a las 2:00 y atravesamos grandes grietas. Luego de casi cuatro horas de caminata, llegamos a la base de la pared. A las 6:00 montamos nuestro primer largo, pero las condiciones no eran nada favorables debido a que las fisuras estaban llenas de nieve. Mientras avanzaba el día, los rayos del sol derretían la nieve, lo que mojaba el granito y hacía más difícil escalar. A las 14:00 estábamos en la cuarta parte de la ruta. Mientras esperábamos que uno de nosotros llegue a la estación, un sonido abrumador interrumpió el silencio, era un deslizamiento de nieve y roca. Cada minuto en la pared significaba peligro para nosotros, así que desarmamos la vía y volvimos al Chaltén para recobrar fuerzas luego de 28 horas de escalada.
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Escalar en la Patagonia implica itinerarios largos y saber el momento de parar. Esta primera ventana nos enseñó mucho; por ejemplo; escoger nuestros objetivos según el clima y las condiciones del día.
En el Chaltén conocimos a grandes escaladores de quienes aprendimos mucho. Dos semanas después, en la siguiente ventana queríamos cumplir otro de nuestros objetivos: La Aguja Guillomet por la ruta Comesaña Fonrush, 6b+ y 650 metros de pared. André, Donny, Tonny y yo salimos a cumplir nuestra siguiente meta.
Tuvimos ocho horas de acercamiento hasta nuestro objetivo. Es duro caminar con tanto peso, pero nada nos desanimaba. Nos levantamos a las 4:00 y salimos a escalar. Pasamos el crux, la parte más dura de la ruta, a las 13:00 porque había otra cordada al frente de nosotros y eso hizo que nos demoremos más. Hicimos cuatro largos. Escalamos hasta las 20:00 todavía con sol y llegamos a la cumbre. La cumbre es una travesía por nieve, por lo necesitamos crampones, botas y piolet. No hubo viento, lo que nos hizo disfrutar aún más la ruta. Las rutas eran difíciles, cada 20 metros poníamos seguros, lo que era arriesgado en caso de una caída, pero afortunadamente no tuvimos ningún contratiempo.
Las rutas no tenían contraplomo, mientras escalábamos teníamos que sacar el piolet, limpiar las fisuras de la nieve y seguir escalando. En total hicimos 15 largos escando muy rápido y con mucha confianza en el asegurador. Bajamos a las 4:00 del siguiente día; ya en el Chaltén nos encontramos con Pablo que había llegado de Ecuador. Los días siguientes nos dedicamos a hacer bloque en los alrededores del pueblo hasta que llegue la siguiente ventana. Todos los días escalábamos alrededor de 8 horas y conocíamos gente de todos los lugares del mundo.
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Vino una ventana de dos días que nos iba a permitir escalar en hielo. Teníamos 30 horas de buen clima, de manera que salimos hacia la ruta Amy, la última de la travesía. Esta tenía 400m: 4 largos de ruta y 5 largos en roca para llegar a la cumbre. Los primeros 200 m son de escalada mixta, es decir, hielo y roca. Sin embargo, la rimaya estaba súper abierta y el hielo más delgado porque el verano estaba iniciando, lo cual hacía más difícil escalar. Subíamos por una pendiente de 85 grados con una capa de hielo de 10 cm. Salimos a las 6:00 y llegamos a la cumbre a las 16:00. Escalamos muy rápido, pese a que cuando subíamos nevaba. Afortunadamente cuando llegamos a la cumbre había sol y estaba despejado, desde ahí pudimos ver el filo patagónico, el cordón del Fitz Roy que tiene varias agujas y el Cerro Torre. A las 18:00 descendimos, teníamos que hacer rapel de 10, 30 y 30 metros; en total, había que rapelar 4 largos de 60 metros. Finalmente, llegamos al campamento a las 20:00 luego de una gran ruta.
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Luego de esta aguja, nuestro objetivo era la cumbre del Fitz Roy. Esperamos entre 2 y 3 semanas y no llegaba una buena ventana. Nuestra estrategia fue llevar el equipo al pie de la víaen una cueva para que cuando tengamos una buena ventana, salir de inmediato. Caminamos como 7 horas hasta llegar a la Laguna de los Tres que está en la base del Fitz Roy. Hasta que llegue la ventana, probábamos otras rutas, entre estas una de 8a+. Pese a que no hacía buen tiempo, no dejamos de escalar. Finalmente, cogimos una ventana que no era tan buena porque no podíamos esperar más; nos quedaba muy poco para volver. Iniciamos la ruta, pero el clima cambió por completo. Llegaron vientos muy fuertes que chocaban contra la roca, parecía una avalancha.

Caía nieve, roca, lluvia y los vientos era de 150 km y ráfagas muy fuertes. Resbalé porque el viento me levantó y por la caída sufrí un esguince en el tobillo. Tuvimos que hacer una cueva para protegernos del viento y para estar a salvo del frío. A la 1:00 paró un poco y pudimos bajar a la laguna de los tres. Ese día no logramos llegar a la cumbre por la tormenta, bajar fue muy difícil.
Tuvimos que quedarnos en la carapa y no podíamos salir porque la tormenta no cesaba. Desde el Chaltén, vino gente a vernos porque pensaron que pudo pasarnos algo. Afortunadamente, al día siguiente mejoró el tiempo y volvimos al pueblo sin ningún percance.
La cumbre del Fitz Roy quedó pendiente y será nuestro próximo proyecto. Sin embargo, pese a no haber logrado, escalamos mucho, conocimos varios y lugares. Para mis 20 años siento que esta ha sido una de mis experiencias más gratificantes, logramos varios objetivos y ahora saber qué hacer para cuando volvamos, que será pronto.